7 jun 2009

¡Ay, mi Scarlett!

Pero, ¿Por qué era tan diferente, tan lejana a aquellas mujeres amorosas? Ella no podía amar a nadie con aquel entusiasmo. Era una sensación de soledad...: no se había sentido nunca sola de cuerpo y alma hasta entonces. Intentó sofocar aquellos pensamientos, pero la ingenua honradez hacia sí misma, que había en el fondo de su naturaleza, no se lo permitió.





Con el espíritu de su raza, que se niega a reconocer la derrota, aún cuando la mire fijamente, cara a cara, Escarlata levantó la cabeza. Atraería de nuevo a Rhett. Estaba convencida de que lo conseguiría. No había habido un solo hombre al que no hubiese subyugado cuando se lo había propuesto.

Después de todo, mañana será otro día.

Margaret Mitchell

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1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Efectivamente, siempre le quedará su propia fortaleza (esa de la que ella no es consciente) y, de cualquier modo, mañana será otro día.

¡Ah, Escarlata!, qué gran personaje de la literatura universal y qué poco valorado está.

14 de junio de 2009, 23:09  

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